
El término “inflamación de bajo grado” puede parecer de algún modo tranquilizador, pero en realidad es un concepto clave que puede influir en la salud de nuestro corazón de maneras sorprendentes.
En este artículo, exploraremos la relación entre la inflamación de bajo grado y las enfermedades cardiovasculares, tratando de comprender cómo estos procesos influyen en el bienestar de nuestro sistema cardiovascular.
¿Qué es la inflamación de bajo grado?
La inflamación es una respuesta natural de nuestro cuerpo ante lesiones, traumatismos o infecciones.
Normalmente, esta respuesta es temporal: se liberan sustancias químicas inflamatorias cuya función es atraer a las células del sistema inmunitario para eliminar el agente dañino y reparar los tejidos.
Las causas de la inflamación de bajo grado no son aisladas, sino que a menudo están interconectadas. Por ejemplo, una alimentación desequilibrada puede provocar disfunciones metabólicas (obesidad, diabetes tipo 2), estrés y desequilibrios en el microbiota, contribuyendo así a la inflamación crónica.
Sin embargo, la inflamación de bajo grado es diferente: se trata de una respuesta a largo plazo que puede persistir durante semanas, meses o incluso años. Puede ser causada por factores como estilos de vida poco saludables, infecciones persistentes, desequilibrios en la flora bacteriana intestinal, estrés, disfunciones del sistema inmunitario, una alimentación repetitiva y excesos de glicación.
Estas causas no son aisladas, sino que a menudo están interconectadas. Por ejemplo, una alimentación desequilibrada puede provocar disfunciones metabólicas (como obesidad o diabetes tipo 2), estrés y desequilibrios en el microbiota, lo que contribuye al desarrollo de una inflamación crónica.
Se trata de una forma más sutil y silenciosa de inflamación, que puede desarrollarse a nivel celular sin presentar síntomas evidentes.
La inflamación de bajo grado juega un papel crucial en el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares: veamos cómo.
Formación de placas ateroscleróticas
En condiciones de inflamación, las células endoteliales que recubren las paredes de las arterias pueden volverse más permeables y “receptivas” a las lipoproteínas, especialmente a las de baja densidad (LDL), comúnmente conocidas como “colesterol malo”. La acumulación de LDL en las paredes arteriales es el primer paso hacia la formación de placas. “colesterolo cattivo“.
Posteriormente, también las células del sistema inmunitario se acumulan en las áreas inflamadas. Este proceso puede conducir a la formación de depósitos que engrosan y endurecen las paredes arteriales. Con el tiempo, las placas pueden crecer, obstruyendo parcial o totalmente el flujo sanguíneo.
Infarto y ictus
Las placas ateroscleróticas, con el tiempo, pueden volverse inestables y propensas a romperse. Cuando una placa se rompe, puede provocar la formación de un coágulo de sangre en la superficie dañada. Este coágulo puede obstruir completamente una arteria coronaria, causando un infarto, o desplazarse a través del sistema vascular hasta el cerebro, provocando un ictus.
En este proceso, la inflamación juega un papel clave en la desestabilización de las placas, principalmente mediante la degradación de algunos componentes estructurales de la misma placa, como el colágeno.
Arritmias, taquicardia y palpitaciones
Investigaciones recientes han permitido correlacionar las arritmias cardíacas (ya sea palpitaciones, fibrilación auricular, taquiarritmias o extrasístoles) con citocinas inflamatorias como TNF-alfa, BAFF, IL-6 y otras más.
Se trata de efectos que van más allá de los estímulos directos ejercidos por ciertos alimentos o bebidas, como la cafeína o el alcohol.
Algunos fenómenos de alteración del ritmo cardíaco, que no estén causados por anomalías eléctricas o anatómicas del corazón, pueden en cambio depender de un estímulo inflamatorio inducido a nivel intestinal por el contacto con ciertos alimentos.
Esto significa que una arritmia persistente, en ausencia de alteraciones específicas del músculo cardíaco, podría depender del consumo diario y repetido de pan o de cualquier otro alimento habitual.
Evaluar el nivel de inflamación y comprender el perfil alimentario de una persona puede contribuir (a través de una dieta adecuada) al proceso de recuperación o a la mejora de estas condiciones.
Papel de los azúcares y sustancias afines
Un consumo excesivo de azúcares y sustancias afines (incluyendo frutas en cantidades excesivas, comidas desequilibradas en carbohidratos, así como alcohol y edulcorantes) puede provocar un aumento de varios radicales libres, entre ellos el metilglioxal. Cuando esta sustancia se une al colesterol “bueno” provoca una disminución de sus niveles, con el consecuente aumento del colesterol “malo” y un incremento del riesgo cardiovascular.
Además, el metilglioxal tiene un alto potencial inflamatorio y genera estrés oxidativo en las células, incluidas las de los tejidos cardíacos y vasculares.
Un consumo individualmente excesivo de azúcares también puede causar resistencia a la insulina que, además de estar asociada al aumento de la inflamación, puede contribuir al desarrollo de la diabetes tipo 2.
La inflamación sistémica relacionada con la diabetes también puede dañar las paredes arteriales, contribuyendo a la formación de placas y obstrucciones, siguiendo los mecanismos que ya hemos explicado.
El elevado nivel de azúcares en la sangre además causa rigidez en los vasos y afecta su capacidad para regular el flujo sanguíneo, aumentando el riesgo de hipertensión.
Como sucede en los músculos (y los deportistas lo saben bien), el metilglioxal reduce la producción de energía en las mitocondrias, y si pensamos en la disminución de la fuerza del corazón, se puede relacionar con la insuficiencia cardíaca o la insuficiencia circulatoria.
Una dieta personalizada y adecuada siempre puede mejorar la función del corazón.
Medir la inflamación y prevenir las enfermedades cardiovasculares
Considerando todo lo explicado hasta ahora, conocer los propios niveles de inflamación adquiere cada vez más importancia desde el punto de vista de la prevención de enfermedades cardiovasculares.
La realización del Programa Médico PerMè permite medir tanto citocinas inflamatorias como BAFF y PAF, como indicadores muy sofisticados de la inflamación causada por azúcares, como el metilglioxal y la albúmina glicada, que también brindan información valiosa sobre la probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2.
La medición de estas sustancias y los consejos incluidos en el informe médico del Programa Médico PerMè permiten implementar de inmediato elecciones nutricionales personalizadas que ayuden a mantener el bienestar personal y la salud cardiovascular.
Controlando la inflamación, reduciendo la masa grasa y gestionando la variabilidad glucémica se sientan las bases para mantenerse sano y en forma durante mucho tiempo.
A cargo de la Redacción Científica de GEK Lab