
Como ya hemos mencionado, en el ámbito nutricional se utiliza a menudo el término “intolerancia alimentaria” de forma incorrecta. Desde el punto de vista científico, las únicas intolerancias reconocidas son dos: la intolerancia al gluten, es decir, la celiaquía, y la intolerancia bioquímica a la lactosa, que será el tema de este artículo.
¿Qué es la intolerancia a la lactosa?
La intolerancia a la lactosa es la dificultad para digerir la lactosa, el azúcar presente en la leche y algunos de sus derivados. Esta condición ocurre cuando el organismo no produce suficiente lactasa, la enzima necesaria para descomponer la lactosa. Sin esta enzima, la lactosa no puede ser correctamente digerida en el aparato digestivo, lo que provoca síntomas gastrointestinales como hinchazón, dolor abdominal, gases y diarrea.
La gravedad de la intolerancia a la lactosa puede variar de una persona a otra y puede manejarse reduciendo o evitando el consumo de lácteos, o utilizando suplementos de lactasa.
Son muchas las personas que, a pesar de dar negativo en el test de aliento (breath test), tienen dificultades para digerir la leche y sus derivados. La razón común detrás de estos casos, aparentemente contradictorios, es la condición inflamatoria.
¿Intolerancia a la lactosa o inflamación?
Ocurre, en la práctica clínica, que los síntomas típicos de la intolerancia a la lactosa se presentan incluso en personas intolerantes tras el consumo de productos deslactosados, los cuales, en teoría, no deberían causar ningún malestar.
Por otro lado, son muchas las personas que, a pesar de obtener un resultado negativo en el test del aliento (la prueba diagnóstica utilizada, entre otras cosas, para detectar la intolerancia a la lactosa), tienen dificultades para digerir la leche y sus derivados.
La causa común detrás de estos dos escenarios, aparentemente distintos, es una condición inflamatoria, no provocada específicamente por la lactosa, sino por las proteínas presentes en la leche y sus derivados.
Pensemos, por ejemplo, en productos como el queso parmesano curado o el emmental, que son naturalmente libres de lactosa, pero ricos en proteínas lácteas que pueden causar exactamente los mismos síntomas.
El contacto inmunológico con las proteínas de la leche puede producirse también de forma oculta: por ejemplo, galletas, snacks, barritas, productos de charcutería y embutidos pueden contener leche, aunque sea en pequeñas cantidades. Además, a nivel inmunitario, las proteínas de la carne de vacuno se reconocen de manera similar a las proteínas lácteas. Por esta razón, incluso el consumo de bresaola, roast beef o ternera podría amplificar la señal inflamatoria.
Atención también a la gelatina alimentaria (indicada con la sigla E441), de origen bovino, que se encuentra en muchos caramelos, chicles, budines y helados.
Si el test del aliento es positivo
En caso de test del aliento positivo, se habla propiamente de intolerancia a la lactosa, y es necesario limitar o eliminar los productos que contienen este azúcar, según cada caso individual.
Es importante recordar que la reacción a la lactosa es “dependiente de la dosis”, es decir, aparece solo después de superar un cierto nivel de consumo. Por ejemplo, la lactosa presente como excipiente en un comprimido no es capaz de provocar síntomas intestinales relevantes. Si la ingesta de una cucharadita de yogur (en la que gran parte de la lactosa ya ha sido transformada naturalmente) desencadena síntomas, es más útil pensar en una inflamación causada por las proteínas de la leche que en una reacción a la lactosa.
Apagar la inflamación provocada por la leche y sus derivados
En caso de test del aliento negativo, pero con presencia de síntomas similares a los de la intolerancia a la lactosa, medir los niveles de inflamación a través del Recaller Medical Program es el primer paso hacia la solución. El informe médico adjunto a los resultados del Medical Program permitirá establecer una dieta de rotación, que no elimine completamente la leche y sus derivados, sino que contemple su consumo algunos días a la semana.
Adoptando un régimen alimentario que respete las propias necesidades individuales, es posible mejorar o eliminar los síntomas asociados a la inflamación alimentaria y recuperar bienestar y tranquilidad.
A cargo de la Redacción Científica de GEK Lab