
Las condiciones atmosféricas invernales, con la calefacción funcionando a pleno rendimiento y el tráfico urbano fuera de control, provocan un aumento drástico de la contaminación, lo que puede tener impactos significativos en la salud ocular.
En este artículo exploraremos en profundidad cómo la contaminación invernal influye en la aparición de la conjuntivitis y sugeriremos valiosos remedios para reducir sus efectos.
Síntomas de la conjuntivitis
En invierno, con la contaminación en su punto más alto, las ciudades pasan de ser “ciudades para beber” a “ciudades para llorar…”, porque el síntoma más clásico es la molestia en los ojos, pero sobre todo el lagrimeo continuo e inesperado.
La conjuntivitis es, de hecho, una inflamación de la conjuntiva, la membrana delgada y transparente que recubre la superficie interna de los párpados y la parte blanca del ojo (llamada esclerótica).
Las partículas finas pueden tanto irritar mecánicamente la superficie del ojo, provocando esa característica sensación de cuerpo extraño, como transportar sustancias químicas irritantes como metales pesados e hidrocarburos, o llevar consigo alérgenos como pólenes o mohos, que pueden desencadenar reacciones alérgicas y estrés oxidativo.
Esta condición puede afectar a un solo ojo o a ambos y se caracteriza por una serie de síntomas que incluyen: enrojecimiento de los ojos, lagrimeo excesivo, sensibilidad a la luz, picazón o ardor. En algunos casos puede producirse la secreción de moco o una sustancia pegajosa que puede causar que los párpados se adhieran durante la noche.
Un síntoma adicional de la conjuntivitis puede ser la visión borrosa y temporalmente comprometida.
La conjuntivitis puede parecer una enfermedad insignificante hasta que se experimentan sus síntomas. Quienes la padecen de forma crónica saben que es una molestia persistente que ocasionalmente se convierte en un malestar agudo.
Impactos de la contaminación invernal en la conjuntivitis
La conjuntivitis causada por la contaminación o el tráfico es un problema serio, especialmente en las grandes ciudades y, en general, en las zonas con altos niveles de partículas finas.
Las partículas finas (una mezcla de PM 10, PM 2.5 y PM 1.0) y los agentes irritantes atmosféricos pueden penetrar en las capas oculares, desencadenando respuestas inflamatorias y contribuyendo a la persistencia de la conjuntivitis.
Las partículas finas pueden tanto irritar mecánicamente la superficie del ojo, causando esa característica sensación de cuerpo extraño, como transportar sustancias químicas irritantes como metales pesados e hidrocarburos, o llevar consigo alérgenos como pólenes o mohos, que pueden desencadenar reacciones alérgicas y estrés oxidativo.
Remedios específicos para la conjuntivitis causada por la contaminación
El cortisona y los antihistamínicos suelen ser el primer remedio clásico sugerido, pero a menudo no logran resolver la situación cuando la causa del problema es alérgico-tóxica, como en el caso de la conjuntivitis por contaminación atmosférica: aunque se logra reducir, al menos en parte, la inflamación, la parte toxicológica causada por los agentes contaminantes sigue actuando y provoca la persistencia de la irritación.
Un primer paso sencillo es realizar regularmente el lavado de los ojos con soluciones salinas isotónicas (disponibles en farmacia), para ayudar a eliminar posibles partículas irritantes, y mantener un nivel adecuado de humedad en los ambientes cerrados, ya sea en casa o en el lugar de trabajo.
La práctica clínica sugiere, sin embargo, algunos remedios muy efectivos para reducir los efectos inflamatorios de la contaminación actuando desde el interior y mejorando el cuadro toxicológico: el aceite de grosella negra y el aceite de perilla tienen un notable efecto antiinflamatorio, sin necesidad de recurrir continuamente a remedios con cortisona, que presentan importantes contraindicaciones.
Las formulaciones que combinan los efectos antiinflamatorios de minerales como el manganeso, zinc y cobre con la efectividad antioxidante y tonificante del selenio y la vitamina C pueden ser útiles como complementos para apoyar el sistema inmunológico.
La naturaleza también ofrece en este período frutas y verduras con potentes propiedades anti-contaminación, como por ejemplo las crucíferas. En particular, el brócoli, las coles y la col rizada, gracias a la presencia de compuestos sulfurados, son las hortalizas que más estimulan la capacidad del organismo para eliminar activamente los contaminantes, acompañadas por la acción antioxidante de todos los vegetales que contienen vitamina C (cítricos y kiwi en particular).
Para quienes no les gusten los brócolis, una preparación a base de extracto de brócoli italiano permite activar las células del sistema inmunitario (macrófagos) que se encargan de limpiar el organismo de sustancias extrañas, facilitando así la eliminación de sustancias combustas y partículas contaminantes.
Para las formas persistentes de conjuntivitis, es recomendable controlar los niveles de glicación. La ingesta excesiva individual de azúcares (pero también de alcohol y edulcorantes) puede alterar la estructura y funcionalidad de algunas células de nuestro organismo encargadas del reconocimiento de agentes externos, induciendo una alarma excesiva en el sistema inmunitario. Esto también ocurre a nivel de las mucosas y, por lo tanto, de la conjuntiva.
El Glyco Medical Program, midiendo los niveles de metilglioxal y albúmina glicada, permite evaluar si existe un nivel de inflamación causada por azúcares que provoque este fenómeno. Por ejemplo, ácaros o polvo que hasta poco antes se toleraban perfectamente, pueden de repente desencadenar una conjuntivitis “por azúcares”.
Los consejos nutricionales incluidos en el informe permitirán controlar los niveles de glicación, favoreciendo el regreso al equilibrio del sistema inmunitario y el control de la inflamación de la conjuntiva.
A cargo de la Redacción Científica de GEK Lab