
¿Qué es la enfermedad celíaca?
Cuando se habla de trastornos relacionados con la alimentación, a menudo se oye utilizar de forma inadecuada el término «intolerancia alimentaria»: desde un punto de vista científico, las dos únicas intolerancias reconocidas son la intolerancia bioquímica a la lactosa y la intolerancia al gluten, es decir, la enfermedad celíaca.
La celiaquía es una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmunitario reacciona negativamente al gluten, una proteína que se encuentra en ciertos cereales como el trigo, la cebada y el centeno y, en consecuencia, en una gran variedad de nuestros alimentos tradicionales. Esta reacción daña la mucosa del intestino delgado, dificultando la absorción de nutrientes y provocando síntomas como problemas gastrointestinales agudos, pérdida de peso, fatiga y anemia.
¿enfermedad celíaca o inflamación?
En Italia, la enfermedad celíaca afecta aproximadamente al 1% de la población y, sin embargo, son muchas las personas que se quejan de diversas dolencias después de comer pasta, pan o pizza. La gran mayoría de estas personas, cuando se someten a investigaciones específicas (ensayo antitransglutaminasa o biopsia), resultan ser definitivamente no celíacas.
La explicación de este fenómeno es la inflamación, que puede ser responsable de hinchazón, dolor abdominal, disentería, pero también de síntomas menos atribuibles a la alimentación, como dolores de cabeza, uñas escamosas, piel seca, úlceras bucales recurrentes y anemia. Síntomas que, como hemos visto, se solapan con los típicos de la enfermedad celíaca, pero que en este caso se deben a una sensibilidad al gluten no celíaca: en contacto con el gluten, el organismo desarrolla una inflamación contenida que no progresa hasta el desarrollo de la enfermedad. El trigo y el gluten están presentes en los biscotes o cereales por la mañana, en el plato de pasta de la comida, en las galletas que se toman como tentempié y, de nuevo, en el pan o la pizza de la cena.
Lo que ocurre, en términos sencillos, es que el contacto repetido entre las proteínas del trigo y el sistema inmunitario conduce a una sobreproducción de inmunoglobulinas específicas de los alimentos (denominadas IgG) que, a su vez, estimulan la producción endógena de BAFF, una citocina subyacente a la afección inflamatoria.
Si no hay enfermedad celíaca, la eliminación no es la solución
A menudo ocurre que, a pesar de la ausencia de enfermedad celíaca, basándose únicamente en los síntomas, se proponen dietas de eliminación de gluten y cereales que no sólo son contraproducentes, sino también potencialmente peligrosas. Eliminar por completo una categoría de alimentos de la dieta puede conducir, por un lado, a un uso excesivo de alimentos sustitutivos (por ejemplo, se consume arroz, hasta que el exceso de este alimento se convierte a su vez en causa de inflamación, lo que hace que la dieta sea cada vez más restrictiva) y, por otro, a un posible efecto adverso mucho más potente que los síntomas iniciales. Este efecto suele deberse a la ingesta accidental o inconsciente de trigo y gluten, que el sistema inmunitario, como consecuencia de la eliminación, ha desaprendido a manejar correctamente.
Por otra parte, estudios epidemiológicos han demostrado que el síndrome del intestino irritable o enfermedad de Crohn en China está asociado al consumo de arroz, soja y maíz, mientras que en los países occidentales está vinculado al consumo de trigo, leche y levadura. Estas diferencias están claramente influidas por los hábitos alimentarios y sugieren que, en ausencia de una intolerancia específicamente diagnosticada, el gluten no es intrínsecamente nocivo, sino que es la frecuencia o el exceso de consumo lo que causa problemas. Siempre es la inflamación la que actúa, estimulada por una alimentación repetitiva.
Desactivar la inflamación
El primer paso para revertir este proceso y recuperar el bienestar es medir su propio nivel de inflamación para ver si está consumiendo un exceso de
alimentos específicos, en este caso trigo y alimentos ricos en gluten.
El programa médico Recaller evalúa tanto la cantidad de IgG específica de los alimentos como los valores inflamatorios a través de los niveles de BAFF y PAF.
Siguiendo el Programa Médico, resultados en mano, será posible establecer una dieta de rotación personalizada, para recuperar la relación fisiológica con los alimentos, controlando la inflamación y, sin embargo, manteniendo el contacto con todos los grupos de alimentos, sin eliminar ninguno de ellos. Estableciendo un proceso que, a nivel metabólico, se asemeje al destete, podrá volver a comer una sabrosa pizza un sábado por la noche, sin molestias ni incomodidades.
Por el Comité Editorial Científico de GEK Lab
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