
PerMè 360 Test te ayuda a entender si estás consumiendo en exceso azúcares o alimentos específicos midiendo la inflamación de tu organismo, interpretando una posible predisposición genética a las enfermedades metabólicas más significativas y evaluando tu verdadera edad biológica. Los médicos y especialistas de GEK Lab, expertos en medicina de precisión, te sugerirán un plan personalizado de nutrición e integración basado en los resultados.
Disponible también en los puntos GEK Lab


¿Qué obtengo de mi prueba PerMè 360 Test?
- Una diagnosis médica basada en la interpretación de los datos de laboratorio.
- La medición de tus niveles inflamatorios (BAFF y PAF), relacionados también con tu dieta diaria (inflamación alimentaria).
- La identificación de tu Perfil Alimentario Personal, que permite la personalización nutricional a través de una dieta de rotación de los Grandes Grupos Alimenticios.
- La medición de tus niveles de glicación e inflamación por azúcares a través del análisis de dos moléculas: albúmina glicada y metilglioxal, que también destacan los efectos potencialmente perjudiciales de todos los tipos de azúcares y polioles (como fructosa, glucosa, maltosa, sorbitol, galactosa y otros) y del alcohol.
- La evaluación de posibles polimorfismos genéticos que caracterizan una mayor susceptibilidad personal al desarrollo de diabetes, obesidad, esteatosis hepática y enfermedades autoinmunitarias.
- Tu BioAge: una interpretación de tu edad biológica, relacionada con la longitud del ADN telomérico, en comparación con tu edad cronológica.
- 6 meses de acceso gratuito al servicio MyGEK Lab, un servicio de consulta científica que ofrece una colección de preguntas frecuentes y contacto directo con un equipo de nutricionistas.
- Consejos integrativos personalizados: qué principios activos son útiles para combatir los niveles de inflamación detectados por el test.

Preguntas frecuentes
¡Ningún alimento, tomado individualmente, es el responsable directo de una inflamación relacionada con la alimentación! En cambio, es la forma en que consumimos ciertas categorías de alimentos lo que puede causar o sostener el desarrollo de trastornos específicos. Entender su perfil alimentario individual es el primer paso fundamental para recuperar el bienestar y la salud.
A lo largo de los años, se ha utilizado de manera inapropiada la terminología “intolerancia” para referirse a pruebas que prescriben la eliminación temporal o permanente de alimentos individuales. Sin embargo, se sabe que la eliminación total de alimentos específicos o categorías alimentarias enteras, en ausencia de condiciones médicas específicas bien documentadas (como la celiaquía o las alergias mediadas por IgE), es inútil y potencialmente dañina. Con el término intolerancias alimentarias, la ciencia se refiere exclusivamente a la intolerancia al gluten de tipo celíaco, para la cual es necesaria la eliminación definitiva de alimentos que contienen gluten, y a las intolerancias enzimáticas a la lactosa u otros azúcares, causadas por la falta de enzimas específicas necesarias para el metabolismo adecuado del tipo de azúcar ingerido. En realidad, existe una condición relacionada con una respuesta inflamatoria al alimento, causada por un consumo excesivo o repetido de categorías alimentarias específicas, que puede determinar la aparición y/o el mantenimiento de ciertos trastornos. En el caso de una inflamación alimentaria, el camino hacia el bienestar consiste en una simple modulación y rotación de categorías alimentarias específicas, sin recurrir a eliminaciones inútiles.
Las alergias alimentarias y la inflamación por alimentos son dos tipos de reacciones inmunológicas completamente diferentes, mediadas por componentes y células distintas del sistema inmunológico. Las alergias alimentarias son mediadas por anticuerpos llamados inmunoglobulinas E (IgE) y se manifiestan unos minutos después del contacto con una sustancia específica; incluso trazas mínimas pueden causar reacciones inmunológicas desproporcionadas, como el shock anafiláctico. Por otro lado, la inflamación por alimentos está mediada por otra clase de anticuerpos, las inmunoglobulinas G (IgG). Estos anticuerpos tienen una función protectora contra las reacciones anafilácticas y son los mismos que se producen durante el destete, después de los primeros contactos alimentarios. Sin embargo, cuando se ingieren cantidades excesivas de alimentos específicos, la cantidad de comida y la concentración de anticuerpos IgG pueden determinar si se trata de un simple “reconocimiento” alimentario o de una verdadera respuesta inflamatoria por alimentos, con la activación y liberación de mediadores inflamatorios y la aparición de síntomas o trastornos. La inflamación por alimentos ocurre cuando se consumen cantidades excesivas de categorías específicas de alimentos. A diferencia de las alergias mediadas por IgE, la respuesta inflamatoria por alimentos puede manifestarse incluso después de algunas horas o días de la comida. Los síntomas más comunes pueden incluir dolor de cabeza, fatiga, trastornos gastrointestinales como hinchazón abdominal, flatulencia, diarrea, eczemas y erupciones cutáneas, entre otros.
La glucosa, un azúcar simple, es el principal combustible para nuestro organismo. En una dieta saludable y equilibrada, es importante consumir la cantidad adecuada de carbohidratos, como los cereales integrales y las frutas, que durante la digestión se descomponen y se convierten en glucosa. La glucosa es luego utilizada por nuestro cuerpo como fuente principal de energía. Sin embargo, desde 1900 hasta hoy, el consumo de azúcar ha aumentado exponencialmente y se encuentra cada vez más en nuestras mesas, incluso sin saberlo. Un consumo excesivo de azúcares simples, edulcorantes y alcohol es, en nuestro siglo, la principal causa de respuestas inflamatorias que producen radicales libres y son responsables de muchas enfermedades crónicas y degenerativas.
El colesterol es un elemento fundamental de las membranas celulares y un importante precursor de varias hormonas sexuales masculinas y femeninas, así como de la vitamina D. Su presencia en el organismo es esencial, sin embargo, existen diferentes tipos de colesterol. El colesterol HDL es el “bueno”, cuya cantidad aumenta en relación a la actividad física realizada. El colesterol “malo”, por otro lado, es el LDL, que en exceso puede depositarse en las paredes de los vasos sanguíneos formando placas ateroscleróticas, peligrosas para la salud cardiovascular.
Cenas muy abundantes y ricas en carbohidratos refinados pueden estimular considerablemente la producción endógena nocturna de colesterol. Además, existe una estrecha asociación entre altos niveles de colesterol malo LDL y el exceso de azúcares simples y libres presentes en la dieta. Por esta razón, el control cuidadoso de la inflamación por azúcares, midiendo y monitoreando a lo largo del tiempo los niveles de albúmina glicada y metilglioxal, puede ser ciertamente la primera estrategia útil para el control del metabolismo del colesterol.
Los telómeros son estructuras del ADN presentes en los extremos del ADN que tienen la función de protegerlo, de la misma manera que el plástico aplicado a los extremos de los cordones de los zapatos evita que se deshilachen. La longitud de los telómeros es una de las pocas condiciones genéticas que se pueden modificar con cambios en el estilo de vida. La longitud de los telómeros disminuye con la edad y el envejecimiento. Los telómeros cortos son una señal de células más viejas, con un mayor riesgo de enfermedades crónicas y graves como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, Alzheimer y cáncer. Conocer los propios telómeros, expresión de la edad biológica, permite hacer los cambios más adecuados en la vida cotidiana, para mantenerse o “volver” joven.
Todos los organismos vivos son productos de ciclos repetidos de crecimiento y división celular, que se extienden hacia atrás en el tiempo hasta los inicios de la vida en la Tierra. La replicación de nuestro ADN es semiconservativa y provoca el acortamiento de los telómeros en cada división celular porque los extremos terminales de los cromosomas no se duplican completamente, perdiendo alrededor de 150 pares de bases (los bloques de construcción de nuestro ADN) en el extremo del ADN. A medida que las células se dividen, los telómeros se acortan hasta alcanzar una longitud “crítica” que desencadena el bloqueo irreversible del ciclo celular. Este proceso, llamado senescencia replicativa, es la base del envejecimiento celular en todos nuestros tejidos: las células pierden la capacidad de dividirse y nuestros tejidos pierden la capacidad de renovarse.



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